Podemos observar una comunidad moderna, a través de sus despojos, así como el arqueólogo navega sobre los restos fúnebres de una cultura muerta y la revive por medio de los elementos que acompañan el fin de la existencia terrenal; armas, joyas vestimentas o cualquier otro tipo de prenda. E Incluso la forma de enterramiento y la misma arquitectura de su necrópolis. Podemos distinguir elementos comunes que nos permitan, hacer analogía de la sociedad a través de su Campo Santo.
Los cementerios existen, más aya que un punto de paso o final de la vida, se hallan como un espejo cognitivo, como lo eran los mitos para los primeros hombres, una forma de aprender y crear cultura, de relacionarse con lo desconocido, con aquello fuera del entendimiento. Un es retrato de lo que somos como sociedad, de cómo vivimos, con quien nos relacionamos, a que grupo o subcultura pertenecemos, a quien amamos y quien nunca olvidamos. O a quien nunca quisimos conocer y aceptar, a las clases o grupos residuales, a los marginados los mendigos, los vagabundos, a los más pobres de los pobres, a los que no tienen nada ni a nadie, los parias. Todos aglutinados en un mismo espacio, en el cual también persisten las diferencias y así mismo la alteridad.
Cementerio General de Chillán
La verdad es que en un cementerio se encuentra de todo y en caso particular del Cementerio General de Chillán, no es la excepción a la regla. Nos encontramos ante una verdadera ciudad dentro de otra, con calles, avenidas, plazas y parques. Y así mismo existe como un elemento vivo y parte de su entorno, no aislado como se pensaría a priori, un lugar donde la cultura esta viva. Con un ámbito central bien definido, rodeado de grandes edificaciones y que conformaría el centro de la urbe. Así como en un comienzo se estructuraban las ciudades de origen español, dejando las habitaciones de los vecinos principales y mas acomodados en rededor de la plaza de armas o plaza principal, elemento que no a variado en gran medida en el caso de Chillán, ya que siguen siendo estos las propiedades de mayor valor y donde se concentrarían los grupos de mayor estrato. Así aunque parezca irónico las diferencias sociales persisten hasta la muerte, es por lo que en el interior del campo santo, existe una delimitación de clases sociales, que se define a través de la distancia en que se encuentra cada sepultura en relación a la entrada principal y centro de la necrópolis (por supuesto sin dejar de tener en cuenta la propia expansión del campo santo). Y son las más alejadas, las que pertenecen a aquellos menos afortunados, inclusive aquello que no tienen nombre, que no tienen parientes vivos o que nunca los tuvieron. A nuestro parecer son estos grupos, los últimos, los relegados, los que nos parecen más interesantes.
Si bien, el ámbito central del campo santo es notorio, y en ocasiones de rica arquitectura por lo que llama mucho la atención sobre todo en términos de estética. Es la periferia la que ofrece las mayores posibilidades de observación, por la diversidad de elementos presente en ella. Aun cuando la sofisticación de estos elementos no se compare con el ámbito central, posee una rica variedad testimonios culturales, de vida y hasta un mayor rasgo identitario.
Muchas veces estas sepulturas no ofrecen, más evidencia de sus ocupantes que pequeñas muestra de cariño de parientes que con esfuerzo y dolor depositaron, y tal vez enterraron sus esperanzas junto a sus desaparecidos. O simplemente los olvidaron y dejaron que el clima y el tiempo borraran sus identidades, para jamás ser reclamadas.
Consterna y llena de perplejidad encontrar lechos de pequeños niños, muertos al poco tiempo de nacidos, agrupados en cierta zona del cementerio, un lugar que expresa una precariedad social, como si esto pudiera asociarse a la pobreza, como a tan temprana muerte.
Entre estas una sencilla sepultura de una pequeña criatura fallecida al poco tiempo de nacer, que da constancia del amor, cariños y pobreza de los que fueron sus padres. Habla de la impotencia, del dolor, con que fue confeccionada por su propia familia y no por un maestro especialista. Ya que, no tiene mas ornamento y sofisticación, que una vieja cuna de madera que custodia en rededor, y en el centro sobre la tierra encajadas entre si trozos de cerámica, de azulejos o baldosas, encajadas una a lado de otra con tanta prolijidad como se lo permitieron los escaso medios, una pequeña cruz de madera cuyas inscripciones, sin mas finura que un lápiz plumón azul o negro gastado por el tiempo, aun así refleja el amor y las esperanzas que se fueron junto a la criatura y pequeños juguetes que acompañan la sepultura como alegato de la infancia seccionada, por ultimo un simple epitafio, que dice algo así.
De Tus Papitos Con Amor.
Aunque la pobreza de este sector del cementerio es notoria, así como la desatención que la administración del campo santo. En general existen evidencias claras de preocupación de los deudos, por mantener limpias de malezas las sepulturas y una que otra flor resplandece solitaria.
Otro aspecto notorio es la antigüedad de algunas de las sepulturas y que muchas de ellas no cuenten con el nombre de sus ocupantes, borrado por el tiempo y sin reclamación. Claro contraste con el sector principal del cementerio donde los nombres familiares son inscritos en metal, altos y bajo relieves, contando además con grandes epítetos, que atestiguan de vidas, al servicio de la patria, del comercio, del arte, de la vida política, que hace clara identificación a un grupo de pertenecía, como lo son familias de antiguo linaje, partidos políticos, artistas, artesanos y instituciones militares y de orden por nombrar algunas. Todas de cierta forma identificadas con al algún grupo destacado y mostrando clara pertenencia, por lo que es observable en este un tipo de control social, por lo que, en este ultimo grupo no se permite la entrada de otra subcultura, por lo que cierran el grupo en torno al centro del campo santo. Muertos todos juntos pero no revueltos!!
Es claro que el cementerio no es un espacio inerte y que en el se reproduce la propia cultura de la comunidad así como sus diferencias. Retomemos el caso del misticismo, los rituales y costumbres que son parte de los llamados protocolares fúnebres.
Muchas veces las ciencias exactas e incluso las disciplinas sociales, ponen en la categoría de contradicción a la religión, en este mundo moderno, civilizado y globalizado. Aun cuando es claro que la vida es mística por ser lo que es, un estado de creación y desaparición. Cuantos rasgos místicos sobreviven en nuestro presente y que muchas veces los ignoramos, aunque le demos uso constante y hagamos alarde de modernidad. No se puede negar el hecho, todos los hombres presintiendo o estando cerca de nuestra muerte vuelven a creer en alguna medida o en algo, nos aferramos a la idea que más aya de la muerte, existe otro estadio al que dirigimos, y que no desapareceremos totalmente. Es claro que esto justifica la presencia de la religión en este mundo moderno. Dos son los factores, el miedo al fin, a la desaparición y la necesidad de tutela propia de hombre, porque no podemos encontrar respuesta en nuestra más moderna tecnología, en las ciencias más exactas y por supuesto en las llamadas ciencias sociales, por lo que el hombre necesita rituales que le permitan sobrellevar su existencia y desaparición.
Rituales de paso o protocolares fúnebres, como el enterramiento no caen en desuso mas bien se moldean a los tiempos, verdadera contradicción, ya que estos se utilizaban por los Neanderthals hace ya unos treinta mil años. Tal vez se sofistiquen pero su esencia no se pierde. O creencias como el día de los muertos son muy antiguas pero aun así no caen en desuso, aun para los no creyentes.
De lo que devienen ciertas preguntas ¿que son para nosotros los cementerios? Y ¿Por qué sepultamos a nuestros muertos?. Es la pérdida y el deseo de guardar a nuestros muertos en algún sitio seguro y el que cubrimos de protecciones para que no sea violado su descanso, tal vez el inconsciente humano aguara un reencuentro, por lo que los guardamos. Por que los no creyentes, no solo desintegran sus restos, y aun así los guardad en un campo santo. Quizás lo mismo que se explica la prevalecía de la religión en este mundo occidental y moderno. Lo cierto que este tipo de costumbre no desaparece, ni por la llegada de tiempos modernos, más bien se van reciclando hasta moldearse al contexto de del tiempo y espacio.
Continuando el recorrido, existen diferentes tipos de sepulturas y algunas muy estandarizadas como los son los nichos. Son estas paredes huecas donde se depositan los sarcófagos y a veces a mucha altura, como una verdadera biblioteca de nombres y epítetos, estas estructuras franquean el lado Este y Oeste del campo santo y al mismo tiempo lo biseca en medio como un gran muro que guarda la parte central. Las tumbas también son muy llamativas e incluso hay muchas similares, adornadas todas de diferente manera y color, que muchas veces albergan a familias completas. Y por ultimo los mausoleos o bóvedas, son estas grandes estructuras algunas de rica arquitectura, ornamentación y finas terminaciones. La mayoría perteneciente a familias adineradas y diferentes organizaciones de la vida publica.
Para encontrar rasgos característicos y comunes de la comunidad y el cementerio debemos recurrir a la comparación pero sin afán peyorativo más bien para establecer rasgos comunes y culturalmente universales, así como cierta proyección geográfica en cuanto a la distribución demográfica. Al comparar el cementerio General de Chillán con el cementerio de la comuna de Pinto, por hacer una distinción. En estos dos podemos ver que hay una correspondencia clara con la distribución de los mausoleos y las tumbas menores auque carece de cierta extravagancia sofisticación Pinto en comparación al General de Chillán obedece a la misma estructuración, como lo es una avenida central que recorre todo el campo santo desde la entrada hasta el final, un ámbito central y diferentes calles. Por lo que nos damos cuenta de que ciertos aspectos el cementerios obedece a una configuración común y que sus diferencias solo guardan relación con lo grande que sea la población aportante y la antigüedad de este.
Así también este nos habla de la diferencia que existen dentro de propia comunidad, como un espejo que nos permite conocer la cultura a través de su despojos, podemos establecer diferencias sociales y establecer las diferentes subculturas que se agrupan el interior. Estos rasgos son representativos de las gran mayoría de los cementerios chilenos salvo ciertas excepciones, pero aun así se mantienen rasgos que podemos llamar universales culturales de los protocolares fúnebres modernos.
Lo cierto es que a través de los cementerios podemos observar la alteridad cultural de la comunidad y entender como cada individuo enfrenta este ritual del paso de la vida a la muerte. También podemos entender este como un elemento de sincretismo entre modernidad y el pasado, lo espiritual y lo moderno conjugados en un mismo espacio aun cuando la modernidad quisiera divorciarse de la carga de su pasado.
Los cementerios nos permiten una dar una mirada a la cultura de una comunidad, conocer los rasgos característicos de los individuos por separado o distinguidos como miembro de algún grupo de pertenencia, reconocer las diferencias en lo propio, como un espejo cognitivo, también la posibilidad de un relato sin cabida al positivismo y donde las emociones sirven de herramienta para la construcción del mismo.
Además establecimiento de un método de observación, buscar símbolos característicos de cada comunidad, describir desde diferentes perspectivas así como del punto de vista de diferentes análisis y observación, histórica, antropológica, sociológica etc.
Los cementerios no son espacios inertes, ni vacíos de materia viva, sino espacios donde se crea y se reproducen prácticas culturales. Es un elemento vivo y funcional de la ciudad, por lo que interactúa con la misma. Así la distribución de los diferentes recintos, denota que las diferencias acompañan incluso en la muerte, Como irónico reflejo de las desigualdades contenidas en nuestra sociedad moderna.
Carlos Lepez
[1] Nota: En este estudio no toma como elemento representativo los cementerios tipo parque, ya que no ofrecen un verdadero reflejo cultural en comparación a los antiguos cementerios fundacionales.